Historiografía del sitio arqueológico Cerro de la Cruz, San Juan del Río, Querétaro

Historiography of the archaeological site Cerro de la Cruz, San Juan del Rio, Querétaro

Héctor Martínez-Ruiz

Universidad Autónoma de Querétaro, México

hector.martinezr@uaq.mx

 https://orcid.org/0000-0001-6129-7790

José Alberto Posadas-Juárez

Universidad Autónoma de Querétaro, México

jose.alberto.posadas@uaq.mx

https://orcid.org/0000-0002-1345-2597

Fecha de Recepción: 6 de Febrero de 2024
Fecha de Aceptación: 8 de Abril de 2024
Fecha de Publicación: 10 de Julio de 2024

Financiamiento:

La investigación fue financiada por cuenta de carga académica en el respectivo centro de trabajo.

Conflictos de interés:
Los autores declaran no presentar conflicto de interés.

Correspondencia:

Nombres y Apellidos: Héctor Martínez Ruiz

Correo electrónico: hector.martinezr@uaq.mx

Dirección postal: México

Resumen

Cerro de La Cruz se localiza en el municipio de San Juan del Río, Querétaro, México. De acuerdo a la investigación arqueológica, fue el principal núcleo de población prehispánica del horizonte cultural Preclásico en lo que hoy es el estado de Querétaro. Mantuvo estrechas relaciones con Cuicuilco y Chupícuaro, dos de los sitios más importantes en aquella época, ubicados en el Altiplano central y Occidente de Mesoamérica en lo respectivo. Los primeros habitantes se establecieron en el lugar hace más de dos mil quinientos años, dada su privilegiada ubicación geográfica y características propicias para la agricultura. Las referencias documentales sobre cerro de la Cruz se remontan al periodo colonial, aunque a lo largo del siglo XIX y XX son escasas. En la década de 1970 se volvió a tener noticias gracias al trabajo de los cronistas locales y a la visita de arqueólogos al sitio. En 1986 se efectuó la primera investigación sistemática. Los estudios posteriores han sido escasos e intermitentes. En este escrito se hace un recorrido histórico de mediana duración sobre los informes previos e investigaciones arqueológicas emprendidas en los últimos cuarenta años, cuyos resultados confirman su importancia regional como recinto cívico, religioso, económico y cultural.

Palabras clave: Arqueología, Cerro de la Cruz, investigación, historia, Querétaro, investigación.

Abstract

Cerro de La Cruz is located in the municipality of San Juan del Río, Querétaro, Mexico. According to archaeological research, it was the main pre-Hispanic population center of the Preclassic cultural horizon in what is now the state of Querétaro. It maintained close relations with Cuicuilco and Chupícuaro, two of the most important sites at that time, located in the central Altiplano and Western Mesoamerica respectively. The first inhabitants settled in the place more than two thousand five hundred years ago, given its privileged geographical location and characteristics conducive to agriculture. Documentary references about Cerro de la Cruz date back to the colonial period, although throughout the 19th and 20th centuries they are scarce. In the 1970s news was heard again thanks to the work of local chroniclers and the visit of archaeologists to the site. In 1986 the first systematic investigation was carried out. Subsequent studies have been few and intermittent. This document provides a medium-length historical overview of the previous reports and archaeological investigations undertaken in the last forty years, the results of which confirm its regional importance as a civic, religious, economic and cultural site.

Keywords: Archeology, Cerro de la Cruz, research, history, Querétaro, research.

Introducción

Cerro de La Cruz se ubica en los terrenos del actual barrio La Cruz, al sur de la ciudad de San Juan del Río, Querétaro, México. Es un asentamiento que ocupa las partes bajas y una elevación natural de medianas proporciones. Su acceso es por la carretera federal número 57 con dirección a la Ciudad de México. A la altura de la localidad, se toma la avenida de La Cruz, rumbo al sur, y a unos doscientos metros, un camino conduce al asentamiento prehispánico (Imagen 1). El sitio incluye, tanto los vestigios que se encuentran en la parte alta del cerro como al Barrio de la Cruz, la parte baja.[1]

Sobre este antiguo asentamiento, se tienen noticias desde la época colonial, no obstante, los trabajos de investigación arqueológica son recientes y escasos, se remontan a las décadas de 1970 y 1980, siendo en esta última, en la que se emprende el primer estudio a profundidad. Desde entonces, sólo se ha aprobado otra temporada de campo y dos intervenciones de rescate, producto de hallazgos fortuitos, relacionados con la creación de infraestructura urbana.  

Imagen 1. Croquis del sitio arqueológico Cerro de La Cruz, San Juan del Río Querétaro, México (Fuente: González, 2009).

 

Metodología

El presente escrito se desprende de los resultados parciales del proyecto “Historia de la antropología en Querétaro”, investigación documental y de campo exploratoria-descriptiva, cuya finalidad es la de hacer un recuento histórico sobre el quehacer de las ciencias antropológicas en la citada entidad. Las técnicas empleadas fueron el análisis documental y la crítica de fuentes, a efecto de contrastar los datos y elaborar conjeturas a partir de los huecos y faltantes de información. Para ello, se recurrió al trabajo de archivo; se consultaron diversos textos de orden bibliográfico, hemerográfico y electrónicos.  

Primeros testimonios

Los primeros datos sobre Cerro de la Cruz provienen de La Relación de Querétaro (1552), documento que consigna la fundación de la ciudad de San Juan del Río. Se menciona que el lugar, con anterioridad, ya estaba habitado por grupos otomianos y que su señor era un personaje de nombre Mexici quien, tras la llegada de los españoles a Jilotepec en 1522[2] , decidió marcharse y establecerse los márgenes del río San Juan. Aquel paraje recibía el nombre de Yztacchichimecapam, vocablo náhuatl que, en castellano, se ha entendido como “Lugar de chichimecos blancos” o “Tierra blanca de chichimecos”, dado que “…aquella tierra donde estaba asentado el pueblo, era tierra blanca muy dura”.[3] La zona ya la habitaban grupos chichimecas, de ahí el nombre, aunque cabe mencionar que hoy en día se discute si la toponimia de Yztacchichimecapam (o Iztac Chichimecapan) corresponde o no al significado ya mencionado.[4]

Cuando los españoles y sus aliados indígenas llegaron a la población en junio de 1531, convencieron a Mexici que aceptara someterse a la Corona y participar en la colonización hispana de aquellas tierras. El jefe indígena aceptó y, al poco tiempo, fue bautizado con el nombre de Juan, aunque mantuvo en uso el primero que tenía (Juan Mexici). Luego en la ceremonia de fundación hispana, por ser el día del apóstol San Juan, el asentamiento indígena de Yztacchichimecapam recibió el nombre de San Juan del Río (24 de junio de 1531).[5]

La Relación de Querétaro informa, además, que en las cercanías del poblado, había una elevación natural, en cuyas faldas y cima se localizaban unas construcciones en ruinas, lo que ahora se conoce como Cerro de la Cruz. Años después, en 1592 se levantó un plano de San Juan del Río con motivo del pedimento que realizó Pedro de Quezada, para obtener un sitio de venta en terrenos del poblado.[6] El mapa ilustra las construcciones de Cerro de la Cruz a la izquierda, justo en el centro, ahí aparecen indicadas con tres figuras rectangulares y dos glifos prehispánicos que servían para representar cerros, cerritos, cues o cuisillos (vestigios arquitectónicos), junto a la leyenda: “estos son cues” (Imagen 2).

Imagen 2. Plano del Pueblo de San Juan del Río en 1592. En la parte izquierda, al centro, se observa la leyenda “estos son cues” que indica las estructuras prehispánicas de Cerro de La Cruz (Mapa de la Sala de Arqueología, Casa del Diezmo, SJR, Héctor Martínez Ruiz: 2024).

Dada su orientación, cercana al Cerro de Texco, hoy conocido como Cerro de la Venta, es indudable de que se trata de Cerro de la Cruz, aunque el documento no refiere toponimia alguna del sitio. Posterior, en 1793, el Virrey Juan Vicente de Güemes, Conde de Revillagigedo, dispuso que Pedro Martínez de Salazar y Pacheco, subdelegado de la localidad, redactara un compendio histórico, político, topográfico, hidráulico, económico e instructivo de San Juan del Río, con el objeto de dar a conocer el estado general que guardaba la jurisdicción.[7] En la parte relativa a la descripción de los barrios sanjuanenses, Martínez de Salazar anotó que:

El barrio de la Cruz está situado […] al otro lado del río, sobre su orilla sur, en terreno escabroso, compuesto de dos calles solamente, en donde los indios tienen construidas sus pequeñas casas, inmediatas a una peña redonda, desgajada por todas partes, y en la parte superior de ella hay un plan sobre el cual está construido, a mano, un cerrito de piedras y tierra, como un pináculo donde está colocada una cruz, y hay una tradición de que en tiempos de la gentilidad, era este un fuerte donde se acogían los indios mecos, para defenderse de los enemigos y que por esto mismo se llama Techimacit, que quiere decir peña blanca, fuerte y redonda de los mecos.[8]

Según Martínez de Salazar, el cerrito era conocido como Techimacit, cuyo significado sería “peña blanca, fuerte y redonda de los mecos”, que guardaría cierta relación con el de Yztacchichimecapam, nombre que tenía el poblado otomí-chichimeca antes de que cambiara al de San Juan del Río. De acuerdo con lo ya expresado, Techimacit formaba parte de Yztacchichimecapam y pudo ser lugar de culto pese a estar ya en ruinas. De igual forma, si es que Cerro de la Cruz es Techimacit, cabe mencionar que en otras fuentes, aparece nombrado como Texmachu o Texmaccu.[9] Un expediente de 1547, sobre el litigio agrario, contiene estas referencias toponímicas. Uno de los testificantes, declaró que:

oyó dezir al dicho Juan Flores su padre que tenía don Fernando de Santortiz otros dos sitios  el río arriva de San Juan, el uno nombrado Tlachichimecas frontero del pueblo de San Juan del Río de la otra vanda del río junto a unos cerritos pedregosos de tetsontle, donde están poblados yndios naturales del dicho pueblo de San Juan del Río con sus ranchos y sus milpas, a quienes se lo ha visto estas gozando como vezinos del dicho pueblo; (...) y porque al de la otra vanda del río le llaman Texmaccu, que quiere decir en lengua otomí lo mismo que Tlachichimeca, y en castellano, lugar que era de guerra de los chichimecos.[10] 

Otro testimonial relacionado con ese pleito menciona que:  

Rodrigo Adame, arrendatario que fue de la hazienda de San Nicolás (que ya es difunto) le dijo en una ocasión que don Fernando de Santortíz le avía dado una merced que rezevía en las tierras de un cerrito que se llama Texmachu, de la otra vanda del río enfrente de este pueblo (San Juan del Río) y que corrían de la cerca afuera. […] Que no sabe ni tiene noticias que el sitio y caballería y media de tierra que contiene la merced sea en este paraje del cerro Texmachu, de la otra vanda del río en las tierras que refiere la zitta ni en su contorno [...] y que ya tiene dicho que oyó decir que a este pueblo (San Juan del Río) le llamaron antes San Juan Ystalchichimeca.[11] 

Sea Texmachu, Texmaccu o Techimacit el nombre que los lugareños del siglo XVI daban a Cerro de La Cruz, es posible que al paso del tiempo éste se castellanizara y se perdiera la toponimia. Luego de esta anotación, no se tiene noticia de informes o testimonios al respecto, sería hasta 1873, cuando Mariano Bárcena, interesado por la indagación científica, apuntó que en las inmediaciones de San Juan del Río, había muchos cuisillos, en los que se podían apreciar varios objetos arqueológicos.[12] 

Primeras investigaciones (1972-2000)

Los estudios arqueológicos en Cerro de la Cruz iniciaron en la década de 1970, en parte, alentados por Rafael Ayala Echávarri, cronista de San Juan del Río. Este personaje mostró interés porque se efectuaran estudios en el lugar, como una forma de ayudar a generar consciencia en el cuidado y protección del patrimonio arqueológico de su municipio. Sobre el  lugar anotó que:

 […] El Preclásico superior se presenta en el Cerrito de la Cruz. Es zona francamente arqueológica de este horizonte. Encontramos ya construcciones religiosas; hay una pequeña pirámide de forma circular, que nos recuerda Cuicuilco. Seguramente en esta época ya había especialidades en la industria, en la cerámica, en la construcción de pequeños adoratorios, etc. […] En la cima de este cerrito hay una regular extensión de terreno, la que podía sostener un grupo no muy numeroso; por lo que pensamos que esta gente, en esa época, formaba grupos cortos y compactos para su defensa –a lo menos en San Juan del Río. Como los otros cerritos se encontraban adyacentes a éste, es probable que estuvieran acordes en la defensa mutua contra los belicosos chichimecas que los acosaban.[13]

A partir de los hallazgos efectuados en las inmediaciones de la cabecera municipal, Ayala  propuso que era evidente la presencia de grupos teotihuacanos y toltecas.[14] Sin embargo, no fue hasta que el arqueólogo Enrique Nalda, por esos años, efectuó un recorrido de exploración por la zona e incluyó al sitio en la investigación denominada UA San Juan del Río atribuyéndole la clave UR 85 para su identificación, que se hizo el primer acercamiento sistemático en el asentamiento, aunque ese trabajo no tuvo continuidad.

Nalda emprendió el análisis del Valle de San Juan como un área delimitada que comprendía 1000 km², en espera de lograr una mejor comprensión de la dinámica cultural e identificar la importancia de Cerro de la Cruz en dicha región. Asimismo  planteó cuatro etapas de ocupación, la primera abarcaba del 500 a.C-0, caracterizada por la vida aldeana; la segunda comprendía del 0 al 400 d.C., época en la que se presentó  aumento demográfico, es especial tras la llegada de grupos locales. Casi al final, se consolidó la estratificación social y se afianzaron los mecanismos de control político. Entre el 400-800 d.C., el asentamiento cobró mayor poder y se consolidó como centro regional. Por último, hacia el 800-1100/1200 d.C., se agudizó la tendencia a la ocupación de sitios más fáciles de defender, lo que no impidió que hacia el 1200 d.C., la zona fuera abandonada por los grupos agrícolas sedentarios, situación que afectó también a Cerro de La Cruz.[15]

Por su parte, Cuauhtémoc Chávez (1976) en Vestigios arqueológicos de las culturas indígenas en San Juan del Río, al igual que el cronista Ayala, reportó la presencia de objetos antiguos en Cerro de La Cruz, así como las inmediaciones de la Escuela Preparatoria de la Universidad Autónoma de Querétaro y de las colonias Fátima, de los Paracaidistas (sic) y en zona de La Curva.[16] 

Posterior a lo publicado por Chávez y los aportes de Nalda, los estudios sobre Cerro de la Cruz se suspendieron. Hubo que esperar hasta el año de 1986, cuando la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y el Centro Regional Querétaro del Instituto Nacional de Antropología e Historia, celebraron un convenio de colaboración para  emprender un trabajo de exploración en el lugar con la intención de enriquecer el conocimiento histórico del sitio e identificar las posibilidades de restauración del basamento piramidal. Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, arqueólogos del Centro de Estudios e Investigaciones Antropológicas (CEIA) de la UAQ, a invitación de Margarita Velasco, entonces responsable del INAH en Querétaro y del subdelegado del Barrio de La Cruz, fueron los encargados de poner en marcha la investigación.[17]  Durante el recorrido inicial, los especialistas reconocieron que:

La impresión era de un sitio en mal estado y, como unas áreas se encontraban barbechadas, su apariencia era la de que había sido arrasado, inclusive el basamento piramidal, se nos mostraba como si sólo se tratara del núcleo de piedra y tierra, sin aparentes revestimientos y, menos aún, indicios de su planta [Imagen 3].[18]

Imagen 3. Basamento piramidal del sitio arqueológico de El Cerro de La Cruz, cubierto con flora característica del lugar, tal y como se encontraba en 1986 (Fuente: Saint-Charles y Argüelles, 1986).

Ante lo adverso del panorama y previo al trabajo arqueológico, plantearon que lo más viable era obtener la mayor información posible y consignar el estado de conservación. Luego del recorrido inicial, se dieron a la tarea de organizar el plan de intervención, el cual se llevó a cabo en dos etapas, una de campo y otra de gabinete; la primera se realizó en los meses de junio y julio de 1986. Los resultados preliminares fueron publicados en la revista Investigación, editaba por la Universidad Autónoma de Querétaro. Entre los datos obtenidos más importantes, se puede mencionar que:

Sobre la cima del cerro que ya mencionamos antes, encontramos un conjunto arquitectónico prehispánico compuesto por un basamento piramidal con una plaza al oeste y un montículo en la esquina suroeste de la plaza; en el sur de estos tres elementos, se extiende una gran plataforma que llega hasta el borde sur de la barranca. Todo este conjunto está circundado por un muro de contención que sigue el entorno de la barranca, dejando por fuera espacios en los que queda visible la roca madre y que dan la impresión de haber funcionado como una calzada alrededor del sitio.[19] 

Sobre la base del resultado inicial de la prospección efectuada al sitio, se constató que la sección norte de la parte baja sufrió una notable alteración luego de que un costado fuera arrasado cuando se construyó la carretera federal número 57:

Cabe aclarar que la barranca fue reducida en sus dimensiones cuando con la construcción de la autopista México-Querétaro durante la década de los sesenta fue cortada en su parte norte, por lo que cabe la posibilidad de que en ese momento hayan desaparecido otro u otros edificios prehispánicos; tenemos noticia de que cuando esto ocurrió fueron encontrados una gran cantidad de huesos y materiales cerámicos como vasijas y figurillas de regular tamaño.[20]

El costado fue el más afectado por la construcción de la citada autopista y es la parte que corresponde a los vestigios ubicados en el Barrio de La Cruz; sin embargo, no fue la única alteración que se realizó, ya que también la zona alta, donde se localiza la principal estructura, fue alterada cuando se construyó una ermita en el siglo XVII, misma que corona el basamento piramidal, así como  otro edificio, en la misma época, de la que sólo quedaban los muros, los cuales fueron acondicionados para levantar una capilla en la que se venera la Santa Cruz. Eso fue en la década de 1950. La capilla se ubica en la sección norte de la plaza y al noroeste del basamento principal. Otro elemento constructivo posterior, que afectó al sitio es el camino excavado en la plataforma sur del conjunto arquitectónico, ampliado a inicios de 1970 que, en dirección sur-norte, atraviesa la gran plataforma hasta desembocar en la plaza.[21]

Asimismo, reportaron el hallazgo de dos edificios al sur de la barranca, uno de las cuales, al parecer, también de la época colonial, estaba en ruinas y el otro, aún funcionaba como almacén, debió ser edificado a principios del siglo XX. Respecto al plan de excavación, ambos plantearon la necesidad de identificar sus diferentes etapas constructivas, así como los sistemas arquitectónicos empleados en cada una; de igual forma, vieron la conveniencia de circundar el sitio para ampliar el sondeo arqueológico con la mira de identificar otras áreas habitacionales, así como sus diversas etapas de ocupación, a la espera de construir la secuencia historia mediante el análisis de la cerámica; examinar las posibilidades de consolidación, en especial del basamento piramidal y, por último, conjuntar los elementos que pudieran servir de base para estudios comparativos con otros sitios dentro y fuera de la región.[22] 

Con este propósito se practicaron tres pozos estratigráficos e igual número de trincheras. Con los resultados obtenidos en las excavaciones, a diferencia de Nalda, Saint-Charles y Argüelles identificaron tres etapas de ocupación, la primera, situada entre el 500 a.C. y 350/400 d.C. Los materiales identificados de esta etapa fueron, en lo principal, vasijas y figurillas denominada  tipo Chupícuaro (Imágenes 4 y 5).[23]

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Imágenes 4 y 5. Figurillas antropomorfas tipo Chupícuaro localizadas en Cerro de la Cruz, San Juan del Río. (Fuente: Crespo, Viramontes y Herrera, 1992).

En relación a los restos arquitectónicos, en el pozo 1 se detectaron dos muros de unos 80 centímetros de altura, con restos de mortero de barro y arena y vestigios de revestimiento del mismo material; las paredes tienen una orientación Este-Oeste, aunque el del lado sur mostraba una ligera curva. Para Saint-Charles y Argüelles, correspondían a dos posibles plataformas que se encontraban próximas entre sí. En el pozo tres, también se encontró un par de muros similares a los descritos con anterioridad, con la misma orientación, los cuales quizá correspondían a dos plataformas, entre estas se localizó una construcción de cantera con planta en forma de herradura, en cuyo interior se realizó el hallazgo de tres vasijas monocromas tipo Chupícuaro.[24] 

Al exterior de dicho elemento arquitectónico, en dirección Este, se dio con un entierro colectivo, del que se recuperaron tres cráneos, presentaban deformación y uno de ellos, mutilación dentaria, los cuales estaban asociados a tiestos tipo Chupícuaro. En el pozo dos, se excavó material de relleno –piedra y tierra- y se detectaron dos cuerpos escalonados con muros de revestimiento de cantera en talud, en dirección Norte-Sur. Para los arqueólogos, se trataba de la primera etapa constructiva del basamento piramidal. En la trinchera dos, también se dio con los muros que parecían ser de la primera etapa, con una dirección Este-Oeste.[25]

La segunda etapa planteada se ubicó entre 350/400 d.C. y 800/900 d.C. La cerámica localizada corresponde al tipo denominado rojo/bayo El mogote y se empleó como indicador de temporalidad. Asociados a ese material, se recuperaron los fragmentos de braceros polícromos. Se propuso que correspondían a este periodo histórico los dos cuerpos escalonados del cuerpo piramidal con muros de revestimiento en talud y los vestigios de revestimiento del mismo material. De igual forma, es factible que la plaza ubicada al Oeste de la estructura principal, datara de la misma época, en la que se modificó el patrón de asentamiento que prevalecía en el periodo anterior.

La presencia de cerámica tipo rojo inciso postcocción o Rojo Xajay, indicaría, de acuerdo a la información aportada por Nalda, otra etapa de ocupación, misma que el investigador situaba entre el 800 y 1200 d.C. Resulta interesante que la misma no se encontrara asociada a elementos arquitectónicos ni tampoco a otros tipos cerámicos que demostraran influencias toltecas o de tipos cerámicos más tardíos.

En resumen, podemos decir que el cerro de la Cruz debe haber tenido carácter de centro ceremonial desde su primera etapa de ocupación y posiblemente también de centro rector, lo que ya implica la existencia de clases sociales diferenciadas. Con modificaciones en cuanto a la estructura del sitio en este primer momento, durante la segunda etapa de ocupación, la función del sitio debió mantenerse. Para la tercera etapa, dado el carácter de “defensivos” que tienen otros sitios con materiales diagnósticos rojo inciso postcocción, como los cataloga Nalda, efectivamente, Cerro de la Cruz se encuentra en una posición estratégica para estos fines, ya que hay un dominio visual sobre el plan de San Juan del Río y demás, se encuentra exactamente sobre la frontera mesoamericana para el siglo XVI.[26]

Sobre el estado de conservación del asentamiento, Saint-Charles y Argüelles, dieron cuenta que el sitio mostraba un menor grado de deterioro del que, en su primer recorrido, pronosticaron, al contrario, se encontraba en buen estado, quizá gracias a que la misma población se encargaba de evitar saqueos, situación que representa un ejemplo de la conservación del patrimonio histórico por parte de sus posesionarios, pocas veces visto para esos años, al grado que los lugareños fueron quienes encomendaron el trabajo al subdelegado de acercarse a las autoridades para que se viera la posibilidad de emprender los estudios iniciados en 1986.[27]

En cuanto a la conservación de las estructuras, se observó una mejor condición en las que pertenecían a la primera etapa (500 a.C.-0), ya que quedaron casi intactas cuando el sitio sufrió un cambio arquitectónico, esto, en la siguiente fase. De la segunda (0-359/400 d.C.) y tercera etapas (800/900 d.C.), se conservaba el basamento piramidal, la plaza, el montículo al sur de la plaza y la gran plataforma al sur del conjunto (Imagen 6). Con base en lo descrito, Saint-Charles y Argüelles recomendaron que las investigaciones debieran proseguir, dada la importancia del sitio durante el Preclásico, reflejada en sus etapas constructivas.[28] 

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Imagen 6. Sitio arqueológico de El Cerro de La Cruz, San Juan del Río, Querétaro, México.

(Fuente: Martínez, 2006).

Cabe mencionar que, al finalizar la década de 1980, hubo un importante impulso en la investigación arqueológica de la entidad, alentada por el Centro INAH Querétaro —creado en 1984— que auspició esta importante labor y a la que se sumaron otros especialistas, quienes ampliaron el conocimiento sobre la etapa prehispánica en el Valle de San Juan. En este sentido, a inicios de la década de 1990, como parte de los trabajos museográficos, en el Museo Regional de Querétaro, localizado en la capital del estado, la Sala “Querétaro Prehispánico” fue reacondicionada e integró una muestra de materiales localizados en San Juan del Río, algunos de ellos, recuperados de Cerro de la Cruz.

Hacia 1988, se publica “Los primeros asentamientos agrícolas en el Valle de San Juan del Río, Qro., (500 a.C.)”, texto de Saint-Charles y Argüelles que trata la dinámica poblacional en esa región y en el que plantearon la importancia de abordar el origen de los primeros núcleos agrícolas, los cuales, estimaron,  tendrían una antigüedad de, por lo menos, dos mil quinientos años. Asimismo identificaron dos momentos de desarrollo cultural, en el primero, la forma de vida aldeana es la predominante; en ese tiempo, Cerro de la Cruz fue el recinto cívico-religioso y comercial más importante de la región, y mantuvo una relación muy cercana con la Cuenca de México, en especial con Cuicuilco, el centro cívico-religioso representativo de aquella zona, pero, sobre todo, con Chupícuaro, asentamiento ubicado en la  cuenca del río Lerma, hoy Guanajuato, que sentó las bases para el desarrollo cultural en el Occidente y Centro-norte[29], influencia que se demuestra en la alfarería, en especial, con las denominadas figurillas tipo Chupícuaro, relacionadas con el culto a la fertilidad.[30] Posterior, cuando el valle formó parte de los límites septentrionales de Mesoamérica se dio un incremento poblacional. Por último, entre el 800 y 900 D.C., el lugar alcanzó el mayor grado de avance, situación que se observa por la presencia de cerámica de estilos teotihuacanos.[31] 

Por su parte, Carlos Castañeda, Beatriz Cervantes, Ana María Crespo y Luz María Flores en “Poblamiento prehispánico en el centro-norte de la frontera mesoamericana” (1989), plantearon que la subárea mesoamericana del Centro-Norte, incluida la región de San Juan del Río, mantuvo, al menos tres dinámicas de poblamiento (350 a.C.-0, 0-400 d.C. y 400-850/900 d.C.), tres de despoblamiento (850/900-950 d.C., 950-1100/1150 d.C., 1150-135 d.C.) y una etapa de repoblamiento (135-1521 d.C.) por grupos sedentarios/nómadas en un periodo comprendido entre el 350 a.C. a 1520 d.C. Para la zona de San Juan del Río, dichos reacomodos explicarían las oleadas de ocupación-desocupación y reocupación que debieron ocurrir en esa época y en Cerro de la Cruz.[32]

Para 1990, derivado de los hallazgos cerámicos, enseres de piedra y restos óseos durante las obras de instalación del drenaje en el Barrio de La Cruz, se realizaron nuevos trabajos de rescate arqueológico. Los estudios, en su primera etapa, fueron efectuados por Viramontes, Crespo y Saint-Charles, en colaboración de Herrera, Brambila y Castañeda.[33] Cerca de cien objetos se recuperaron, la mayoría vasijas de barro cocido, mismas que se enviaron, para su restauración, al laboratorio del Museo Regional (ciudad de Querétaro). Además se localizaron tres entierros, de dos individuos adultos sin ofrenda y otro más de un adulto que contenía tres cráneos infantiles, dieciocho vasijas de barro, un despulpador de basalto y una punta de proyectil de obsidiana. También, asociado a este entierro, se localizó un pectoral de piedra verde con un personaje en bajorrelieve de estilo zapoteca, colocado a la altura del pecho del individuo. Entre los objetos localizados en una estructura del recinto ceremonial, destaca la cerámica Xajay [34] que Nalda ya había identificado en el lugar desde la década de 1970.[35] 

Ese año (1990), Crespo y Saint-Charles, en Panorama de la población antigua en los valles queretanos, plantearon la posibilidad de que las primeras poblaciones locales desarrollaran una cultura con rasgos propios, pese a tratarse de una zona de gran dinamismo por el continuo tránsito entre el centro y norte de México. Ese sería el caso de Cerro de La Cruz, dada su ubicación en territorio de frontera.[36] Al año siguiente, Saint-Charles y Argüelles participaron con el trabajo “Cerro de la Cruz. Persistencia de un centro ceremonial” en la obra colectiva Querétaro Prehispánico (1991), texto que ofrece un panorama general de los resultados de la investigación realizada en el sitio arqueológico y los alrededores hasta ese momento.[37]

De acuerdo con los datos que proporciona la arqueología, los primeros asentamientos de grupos agrícolas sedentarios en el valle de San Juan del Río se establecieron hacia el 500 a.C. aproximadamente […] desde ese momento, Cerro de la Cruz se distingue de los demás asentamientos contemporáneos en el valle, todos ellos de carácter aldeano, establecidos sobre [los ríos] San Juan y Arroyo Hondo.[38]

Según Saint-Charles y Argüelles, se confirmaba el supuesto de que, entre 500 a.C. y 650 d.C., Cerro de La Cruz fue el primer centro cívico-religioso en la región, el calado de las construcciones es el mejor indicativo; en palabras suyas, el “…esfuerzo que esto representa le da especial importancia al sitio e implica un tipo de organización por encima de una de carácter aldeano […] De esta forma, desde aquí se regía la vida de la población circundante”.[39] Refieren, además, presencia de  dos tradiciones cerámicas, una de tipo Chupícuaro y otra de índole local denominada Rojo San Juan:

El hecho de que en el Cerro de la Cruz predominen los materiales Chupícuaro, mientras que el resto de los asentamientos del valle contienen básicamente cerámica Rojo San Juan puede interpretarse como la existencia de una tradición local, y otra, representada por la cerámica Chupícuaro. En este caso, la presencia [de esta cerámica] estaría indicando que la fundación del centro ceremonial del Cerro de la Cruz estuvo directamente relacionada con la llegada de grupos procedentes del área nuclear de la Cultura Chupícuaro.[40] 

Pese al declive de Chupícuaro hacia el 300 a.C., la presencia regional de Cerro de La Cruz no se detuvo, quizá debido a las relaciones culturales que también mantenía con la Cuenca de México, ya entre el 200 y 800/900 d.C.:

Se inicia un notable incremento de la población y del número de asentamientos en el valle que, hacia la segunda mitad del primer milenio de nuestra era, presenta un total de setenta y dos asentamientos, el mayor número registrado para la época prehispánica.[41]

Saint-Charles y Argüelles concluyen que, entre el 900 y 1200 d.C., Cerro de La Cruz perdió su categoría de centro rector, lo que parece demostrarse con la ausencia de tipos cerámicos toltecas, los más difundidos en aquella época; es posible que esta situación se deba a que la influencia tolteca se concentró en El Cerrito, ubicado en el actual municipio de Corregidora, al sur del estado de Querétaro. El caso es que en 1350 d.C. se advierte otra reocupación, esta vez por grupos chichimecas que se instalan en el lugar; más adelante, lo mismo haría el grupo otomí de Mexici, situación que se mantuvo a la llegada de los españoles durante la primera mitad del siglo XVI, hasta la actualidad, ya que en la capilla, aun se ofician ceremonias católicas los fines de semana y los alrededores del lugar están habitados.[42]

Al año siguiente (1992), Ana María Crespo en colaboración de Carlos Viramontes y Alberto Herrera, escribe Arqueología e Historia Antigua de Querétaro, obra en la que ofrece una visión general del pasado prehispánico del estado, incluida una descripción sobre la función de Cerro de la Cruz en la dinámica poblacional del Valle de San Juan en esa época de acuerdo a lo que se sabía para entonces.[43]

En 1993, Crespo y Saint-Charles se publicó: “Formas arquitectónicas del Bajío. La  división en cuadrantes del espacio ceremonial” en la revista Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, trabajo sobre los tipos constructivos que caracterizan al horizonte Preclásico. Se basa en la idea de que la concepción del cosmos influyó para que los primeros conjuntos arquitectónicos del Bajío tuvieran una estructura cuatripartita, situación que podía observarse en la última etapa constructiva de Cerro de La Cruz (Imagen 7).[44] 

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Imagen 7. Cerro de la Cruz. Acuarela de Alejandro Rodríguez (Fuente: Ana María Crespo y Carlos Viramontes, 1996).

Hacia 1996, a partir del registro arqueológico, Crespo y Saint-Charles escriben “Ritos funerarios y ofrendas de elite. Las vasijas Xajay”, donde abordaron los sistemas de entierro en el lugar, a efecto de identificar las expresiones mortuorias de las elites locales. Concluyeron que se trataba de prácticas exclusivas de los grupos dirigentes. Las inhumaciones se caracterizan por la inclusión de objetos valiosos a los que sólo éstas tenían acceso, como el empleo de las vasijas Xajay.[45]

Respecto a la presencia teotihuacana en Querétaro, en “El reflejo del poder teotihuacano en el sur de Guanajuato y Querétaro” (1996), Saint-Charles, sostuvo que su influencia fue más notoria de lo que se pensaba en San Juan del Río, tanto en el valle, como en Cerro de La Cruz. A su parecer, ésta se debió a la llegada de algunos grupos de poder al lugar. A este planteamiento agregaba que existía también la posibilidad de que se tratara de elites que cumplían funciones administrativas a favor de intereses teotihuacanos, como serían labores diplomáticas, con la idea de afianzar el control de las rutas comerciales y/o fortalecer las alianzas con los grupos locales.[46]

Los años recientes (2000-2022)

En 1999, durante la gestión municipal de Gilberto Ortega Mejía (1997-2000), en San Juan del Río, se firmó el Proyecto Arqueológico del Cerro de la Cruz, convenio para reactivar los trabajos arqueológicos en el sitio. Como resultado de la temporada pactada, se consolidó la estructura piramidal y se habilitó para su visita, pero el programa no tuvo mayor continuidad.[47] Al año siguiente (2000), se publicó en el Jar Ngú conmemorativo, un artículo de Saint-Charles y Valencia titulado “Identificación, conservación y protección arqueológica en el sur de Querétaro (1990 -1999)”, como parte de las celebraciones por los quince años de labor del INAH en Querétaro. En lo relativo a Cerro de La Cruz, los autores consignaron lo ocurrido en 1990, cuando se realizaron los trabajos de rescate, motivados por el hallazgo de una gran cantidad de vasijas de barro cocido, utensilios de piedra y restos óseos al efectuarse obras de drenaje en el Barrio de La Cruz.[48]

Un lustro después, para celebrar el vigésimo aniversario del Centro INAH de Querétaro, se publicó Estudios antropológicos de los pueblos otomíes y chichimecas de Querétaro (2005), que incluye el trabajo titulado “Entierros y ofrendas del epiclásico en el Barrio de la Cruz, San Juan del Río” de Saint-Charles, González y Almendros. Se trata del reporte e interpretación parcial de los cuatro entierros localizados en el Barrio de La Cruz en 1990. De igual forma, hicieron el recuento del rescate de dos entierros y una ofrenda no asociada a ningún individuo. Concluyeron que las estructuras habitacionales tuvieron un carácter multifuncional, sirvieron de hogar, pero también para entierro, al estar asociadas con las costumbres funerarias de los grupos que las habitaron. A partir de lo anterior, profundizaron en las formas de enterramiento, colocación de los cuerpos y sus respectivas ofrendas, así como el estatus social, sexo, edad, complexión física, además de ciertas prácticas culturales asociadas a la deformación craneal, mutilación dentaria, incluso aspectos de osteopatología.[49]   

Acorde a lo anterior y en continuidad del tema, ese año, Saint-Charles, Almendros y  González escribieron el artículo “Elementos para el estudio del Cerro de la Cruz como lugar de culto”; en él, vuelven a hacer un recorrido de la investigación y rescate arqueológico realizado, tanto en la cima del cerro como en las partes bajas, de las temporadas 1986, 1990, 1999, así como de la primera etapa del Proyecto Arqueológico del Cerro de la Cruz del 2000. Refieren que la primera etapa de este proyecto, implicó, además de las excavaciones con fines de investigación, la liberación y restauración del edificio principal, acción que coincide con el mayor número de hallazgos en la parte alta del cerro. Aunado a lo anterior, dieron cuenta de los objetos recuperados y registrados en más de catorce años. Concluyeron en la importancia de su carácter ceremonial.[50]

Sostienen que los trabajos efectuados confirmaban varios de los supuestos planteados con anterioridad. Por ejemplo, la primera ocupación del sitio corresponde al Preclásico superior (500 a.c.-100 d.C.), cuando el centro estaba vinculado con Chupícuaro. Durante el Clásico (200-600 d.C.) se advierte el abandono del lugar, no sólo como centro ceremonial sino también como asentamiento en general. Se confirmó la ausencia de construcciones en este momento, pero también de cualquier vestigio correspondiente a esa época, situación que parece explicarse porque a siete kilómetros de Cerro de La Cruz, el sitio de El Rosario, cobró mayor importancia, lo que se demuestra por la  presencia teotihuacana. Sin embargo, al finalizar el Clásico (Epiclásico, 750-900 d.C.) se advierte la reocupación del lugar por otro grupo, tanto en la parte baja como en la cima, se vuelve a construir edificios, se superpone un basamento piramidal sobre el anterior, de mayor tamaño y diferente forma, aspecto común en una época en la que los lugares de culto mantenían esa condición, con independencia de quiénes dominaran en su momento.[51]

Al finalizar el Epiclásico (900 d.C.), volvió a darse la paulatina desocupación y ya para el Postclásico (900-1521 d.C.), se suspendió la construcción y mantenimiento de los edificios. No obstante, mantuvo su carácter de culto en años posteriores. Saint-Charles, Almendros y González sostienen que esto es evidente, ya que en una sección de los edificios se localizó una ofrenda mexica que consta de diez vasijas enterradas a escasos diez centímetros de la superficie, que se ofrendaron, al basamento o al lugar en sí, pese a que ya estaba en ruinas.[52]

En noviembre de ese año (2005), durante el Primer Encuentro de Estudios Queretanos. Balance y perspectivas, en “El valle de San Juan del Río”, Saint-Charles hizo un recuento de la investigación arqueológica en el Valle de San Juan del Río. De Cerro de La Cruz, refiere los trabajos efectuados de 1970 a la primera década de 2000. Lo más interesante es que replantea las fechas que Nalda denominó Rojo sobre bayo El Mogote y que ubicó entre el 400 y 800 d.C., Saint-Charles las colocó entre 750/800 y 900 d.C.[53] 

De acuerdo con los datos recabados, sostuvo que a la caída de Teotihuacán, hacia el 650 d.C., se presentó un reacomodo poblacional, situación que pudo derivar en el aparente abandono del valle; pero entre el 750/800 d.C., se advierte el repoblamiento, aunque a partir del 900 d.C., vuelve a presentarse otra disminución demográfica[54], que coincide con la presencia de grupos chichimecas, quienes ocuparon los alrededores de Cerro de la Cruz hasta el siglo XVI, cuando los otomíes de Mexici llegaron a Yztacchichimecapam en 1522.

Posterior, en 2009, Fernando González en Un espacio para la muerte. Arqueología funeraria en San Juan del Río, aborda los resultados del trabajo arqueológico ligados a los rituales y ofrendas funerarias recuperadas en el Barrio de la Cruz en 1999. De acuerdo con el autor, tras la denuncia presentada por las autoridades municipales, de que se había hecho la remoción parcial de materiales arqueológicos, un equipo del INAH realizó una visita de inspección y dio cuenta que en las zanjas realizadas para colocar los cimientos de una construcción, se apreciaban muros de piedra volcánica y material arqueológico relacionado con entierros. El responsable de la obra entregó al Centro INAH Querétaro 18 vasijas, completas, en su mayoría, y material óseo de un infante.[55].

Gracias a los materiales cerámicos, se identificaron diecinueve estilos, desde aquellos relacionados con Chupícuaro, el Centro de México (toltecas y aztecas) y algunos de las que no se pudo hacer su clasificación. Asimismo, se localizaron piezas de concha, hueso, puntas de proyectil de obsidiana gris, raspadores y navajas prismáticas. En cuanto a los entierros y ofrendas, se localizaron tres conjuntos, de las que sólo dos tenían individuos asociados. El entierro 1 está compuesto por un individuo, al parecer, una mujer de edad avanzada para la época en que vivió, de 35-40 años aproximadamente. El entierro se localizó íntegro, en buen estado de conservación.[56]

El entierro 2 se ubicaba al Este del entierro 1, compuesto por los restos de un individuo adulto acompañado por dos vasijas de ofrenda. La osamenta se encontraba en muy mal estado de conservación, por lo que no se pudo definir edad y sexo. Por último, la ofrenda 3 estaba compuesta por seis vasijas y situada al sur del entierro 1. Fue la más alterada, debió formar parte de una ofrenda a un individuo que no fue localizado. Los tres contenían cerámica, entre las que destacan vasijas, sahumadores y pipas.[57]

Tres años después, en 2012, se publicaron las Memorias del XXV aniversario del Centro-INAH Querétaro, obra que integra un par de trabajos relacionados con el tema en cuestión.  El primero, de Saint-Charles y titulado “El Cerro de la Cruz y el Valle de San Juan del Río en la época prehispánica”, presenta el panorama de ese periodo que se tenía hasta 2012. Refirma que Cerro de la Cruz, en su origen se remonta al 500 a.C. y que su fundación está relacionada con Chupícuaro, cuya presencia es dominante entre 150 a.C. y 250 d.C. En este momento, fueron sepultadas las construcciones originales que se encontraban en la cima del cerro y, mediante rellenos, edificaron una gran plataforma de nivelación, sobre la que levantaron un basamento de corte piramidal, rodeado de amplias plazas en los costados Norte, Oeste y Sur. Posterior, hacia el 250 d.C., se fundó El Rosario, centro ceremonial que aglutinó en sus alrededores a la población, a instancia de teotihuacana, lo que debió suceder desde el 250 d.C. y perduró, quizá, hasta el 650 d.C. [58]

El otro trabajo es de Elizabeth Hernández: “Las figurillas del Cerro de La Cruz, indicadores culturales en el área central de la frontera norte mesoamericana”. Propuso que el recinto funcionó como bastión cultural y que se le debía considerar como un emplazamiento de frontera en el valle de San Juan del Río. En su mayoría, las figurillas localizadas en el lugar corresponden a las del tipo Chupícuaro. La representación humana es variada, aunque predominan las  femeninas, mientras que las masculinas son menores. La infantil, en cambio, es escasa; la única muestra de ella se observa en los brazos de una mujer. Asimismo, hay algunas que presentan similitud con tradiciones de la Cuenca de México al final del Clásico (Epiclásico) y Postclásico.[59] 

Hernández sostuvo que los movimientos de población en la región, afectaron al sitio; que su población debió tener un carácter pluricultural, no sólo por la ubicación del asentamiento, en un “cruce de caminos”, aspecto que también le confirió el carácter de “tierra de nadie”, dado que los grupos humanos asentados en él eran foráneos, con tradiciones culturales diferentes.[60]

Para 2014 se publicó El Valle de San Juan del Rio: un palimpsesto arqueológico bajo la coordinación de Saint-Charles. Es un trabajo que ofrece una visión general de la investigación arqueológica en años más recientes; parte de la información era inédita; además, se retoman datos que aparecen en artículos publicados en diversos libros, revistas o monografías.[61] Integra una tercia de escritos  relacionados con Cerro de La Cruz. El primero, titulado: “Los inicios del poblamiento sedentario en el valle de San Juan del Río” es de Saint-Charles. Cerro de la Cruz, junto al sitio de Las Peñitas, fueron los asentamientos arqueológicos más importantes del Preclásico superior (400-200 a.C.).[62] El recinto de la cima, desde su primera ocupación, hasta la actualidad, mantiene el carácter ceremonial, es por ello que los vestigios arqueológicos mejor conservados se localizan en ese lugar y las dos construcciones posteriores también tienen dicho fin, esto es, la capilla –edificada en la década de 1940- y una rústica casa de piedra (Imagen 8).

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Imagen 8. Vista aérea de Cerro de La Cruz en la actualidad.

Recuperado de: https://tinyurl.com/52b6uyam [Consultado en marzo de 2023].

En “Un acercamiento interpretativo a las figurillas del Cerro de La Cruz”, Elizabeth Hernández expuso los resultados finales sobre los materiales procedentes de los rescates arqueológicos realizados entre 1986 y 1999, así como los obtenidos al  inicio del Proyecto Arqueológico del Cerro de La Cruz en el año 2000. De acuerdo con su análisis, tales objetos reflejan la vida cotidiana de los habitantes que poblaron el Valle de San Juan del Río, en especial, en el Preclásico superior. Reitera que, dada su fisonomía y ornamentación, es innegable la influencia de Chupícuaro. Asimismo, menciona que estos objetos, cuando eran obtenidos mediante la investigación arqueológica, en su mayoría, formaban parte de ofrendas funerarias.[63] 

Otro trabajo es “Sepultar para recordar: Sacralización de un centro ceremonial abandonado del Postclásico” de Saint-Charles, González y Almendros. Trata sobre el carácter ceremonial de Cerro de La Cruz en diferentes momentos del periodo prehispánico, sin importar su procedencia o temporalidad. De acuerdo con los autores, tal importancia se ve reflejada en el prolongado periodo de ocupación, del cual quedan numerosos testigos materiales representados por edificaciones con fines funerarios, religiosos y civiles, así como por ofrendas cerámicas, enterramientos humanos y petrograbados plasmados tanto en las rocas de los alrededores, pero también, en las paredes que recubrían el basamento piramidal. [64] 

En 2017, Fiorella Fenoglio, Israel Lara y Yanet Lezama-López hacen un recuento de la investigación y las acciones implementadas para la protección del patrimonio arqueológico del estado de Querétaro. En “Aportes recientes en la arqueología de las cuencas de los ríos San Juan y Huimilpan. Investigación, protección y difusión”, expresan que, algunas de las consideraciones relativas al poblamiento prehispánico del sur de Querétaro, ya fueron superadas, mientras que otras pudieron comprobarse, por ejemplo, la presencia de grupos relacionados con Teotihuacán o que el mayor poblamiento regional ocurrió a fines del Clásico (Epiclásico).[65]

Asimismo, hay consenso sobre la fecha de fundación de Cerro de la Cruz, esto es, hacia el 500 a.C. Se trata del primer asentamiento sedentario agrícola de la región; funcionó como centro rector de la población establecida en los alrededores y tuvo relaciones estrechas con Chupícuaro. Los edificios funcionaban como habitación y otros, estaban destinados al culto. Con el tiempo, los patrones arquitectónicos se modificaron debido a la incursión de diversos grupos, esto inició con los que provenían de Cuicuilco, cerca del 150 d.C. El siguiente momento histórico del sitio, se articula a la presencia teotihuacana, cuando perdió el rango de centro rector, que se trasladó a El Rosario.[66]

Cinco años después, en marzo de 2022, las autoridades del INAH dieron a conocer el problema de posesión del terreno en el que se ubica el sitio arqueológico; se desconocía quién era el propietario, por lo que la misma dependencia inició el proceso legal para adquirir la propiedad y retomar los estudios de factibilidad orientados a su restauración y reapertura al público. Las autoridades municipales, al respecto, confirmaron la situación del predio y se emitió un comunicado en el que también mostraron su interés por adquirirlo como primer paso para asegurar la investigación y rehabilitación del lugar.[67]

Por último, en lo relativo a la promoción y difusión del patrimonio arqueológico local, tras la rehabilitación del edificio “El Portal del Diezmo” en 2015, edificio ubicado en la cabecera municipal de San Juan del Río, fue adaptado como centro cultural y en una de sus galerías se montó una exposición de objetos relacionados con el pasado antiguo de lo localidad. Algunos de los objetos exhibidos procedentes de Cerro de la Cruz, reflejan la dinámica cultural que mantuvo este centro poblacional en la región y allende sus fronteras.[68]

Conclusiones preliminares

Pese a que se tienen noticias de Cerro de la Cruz desde el periodo colonial, los datos son escasos y sólo referenciales. El primer estudio arqueológico data de la década de 1970, pero la investigación sistemática inició hasta 1986. La Universidad Autónoma de Querétaro, institución local pionera en emprender investigaciones antropológicas en la entidad, y el Centro INAH Querétaro, celebraron un convenio para llevar a cabo dichos trabajaos, toda vez que la comunidad del barrio de La Cruz, por conducto de su delegado, realizó la petición formal. A partir de entonces se han efectuado dos temporadas de trabajo y se ha intervenido otro tanto en rescates arqueológicos, cuando las autoridades locales y los lugareños daban aviso de hallazgos fortuitos derivados de la construcción de viviendas y de la colocación de infraestructura urbana. La mayor parte de los mismos, los ha dirigido Juan Carlos Saint-Charles, en colaboración de otros expertos del Centro INAH-Querétaro y de especialistas que provienen de la Ciudad de México.

Derivado de lo escaso de la investigación in situ, los datos presentados en diversos medios y publicaciones provienen de informes relacionados con las circunstancias que llevaron a emprender dichos trabajos, las instituciones y personalidades involucradas, los hallazgos efectuados en las dos temporadas y los rescates mencionados, así como la interpretación de los materiales recuperados, no más. Pese a ello, han servido para reformular y/o confirmar varios de los supuestos iniciales, situación que permite continuar con la reconstrucción histórica del sitio.

A partir de los antecedentes históricos y resultados de la investigación arqueológica, se considera que Cerro de la Cruz fue el asentamiento más importante del Preclásico durante sus fases Medio (600-400 a.C.) y Superior (400-200 a.C.), además del Clásico, en sus fases del Protoclásico (200 a.C-200 d.C.) y Clásico (400-600 d.C.) en Querétaro durante la época prehispánica. Mantuvo relaciones políticas, económicas, sociales y religiosas con algunos de los principales núcleos de población mesoamericana como lo fueron Chupícuaro en el Occidente y Cuicuilco en el Altiplano Central.

En el caso de la dinámica poblacional que caracterizaba al Valle de San Juan y, en consecuencia, a Cerro de la Cruz, cabría agregar que aún prevalece la idea de concebir los reacomodos de población de manera radical, ya que se habla de etapas de poblamiento, despoblamiento y repoblamiento, que hacen suponer que en varios momentos, el lugar fue abandonado y reocupado por nuevas oleadas en su totalidad. Se propone que, si bien dichos movimientos y reacomodos debieron ocurrir, éstos no involucraron a la población en su conjunto. Así, Cerro de La Cruz y sus alrededores estuvieron habitados de forma permanente y no ocurrió el abandono total en ningún momento, la gente que habitaba los alrededores tenía al sitio como lugar de culto, pese a que se suspendiera la actividad constructiva o haya perdido su carácter de recinto político, administrativo y comercial, tal y como ocurrió con Teotihuacán, en el caso del Estado de México o El Cerrito, localizado en el municipio de Corregidora, Querétaro, en siglos posteriores. Además, los locales debieron articularse a los procesos sociales dictados desde los nuevos centros hegemónicos, como El Rosario. Así, Cerro de la Cruz, como se ha dicho, tuvo continuidad poblacional y ritual con la llegada de grupos nómadas y seminómadas a partir del siglo XII hasta nuestros días.

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Las opiniones, análisis y conclusiones del autor son de su responsabilidad y no necesariamente reflejan el pensamiento de la Revista Inclusiones.


[1] Saint-Charles, Juan Carlos, Laura Almendros y Fernando González. “Elementos para el estudio del cerro de la cruz como lugar de culto”. Boletín americanista (Barcelona, España, 2005, nº 55, pp. 241-259). Recuperado de: https://raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/99139.

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[2] Códice de Jilotepec (Estado de México), Rescate de una historia (Colección Mayor; Serie Estado de México: Patrimonio de un Pueblo, 2010).

[3]David Wright, Querétaro en el siglo XVI. Fuentes documentales primarias (Querétaro, Gobierno del Estado, 1989, p. 184).

[4] Fernando González, Un espacio para la muerte. Arqueología funeraria en San Juan del Río, Querétaro (México, INAH, 2009, p. 41).

[5] David Wright. Conquistadores otomíes en la guerra chichimeca (Querétaro, Ediciones del Gobierno del Estado de Querétaro, 1988, p. 23).

[6] Rafael Ayala, San Juan del Río. Geografía e historia (Querétaro, Gobierno del Estado, Presidencia Municipal de San Juan del Río, 2006, p. 52).

[7] Rafael Ayala, San Juan del Río… p. 93.

[8] Rafael Ayala, San Juan del Río… pp. 96-97.

[9] Fernando González, Un espacio para la muerte… p. 41.

[10] Fernando González, Un espacio para la muerte… p. 41.

[11] Fernando González, Un espacio para la muerte… p. 41.

[12] Bárcena, Mariano. Memoria presentada al Sr. D. Blas Balcarcel, director de la Escuela Especial de Ingenieros, por Mariano Bárcena, director sustituto de la práctica de Mineralogía y Geología en el año de 1872 (México, Imprenta del Gobierno, 1873).

[13] Héctor Martínez, Historia de la arqueología en Querétaro (Querétaro, AHQ-UAQ, 2006, p. 54).

[14] Rafael Ayala, San Juan del Río… p. 29.

[15] Enrique Nalda, UA Análisis San Juan del Río (México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 1975, p. 102).

[16] Cuauhtémoc Chávez, Vestigios arqueológicos de las culturas indígenas en San Juan del Río (Escuela Preparatoria de San Juan del Río, Querétaro, 1976, p. 5).

[17] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, “Cerro de la Cruz, un asentamiento prehispánico en San Juan del Río, Querétaro”. Investigación, núm. 18 (UAQ, Querétaro, 1986, p. 43).

[18] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz, un… p. 43.

[19] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico en El Cerro de La Cruz, San Juan del Río, Querétaro. Informe de excavación (CEIA-UAQ, 1987: p. 2).

[20] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… p. 3.

[21] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… p. 3.

[22] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… p. 2.

[23] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz, un… p. 4.

[24] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… p. 4.

[25] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… p. 4.

[26] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz, un… p. 46.

[27] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz, un… p. 44.

[28] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Rescate arqueológico… pp. 26-27.

[29] Alfredo López y Leonardo López, El pasado indígena (México, Fondo de Cultura Económica, 2001).

[30] Otto Schondule, “El occidente de México”. Arqueología Mexicana, núm. 9 (México, Editorial Raíces, 1994, pp. 18-25).

[31] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, “Los primeros asentamientos agrícolas en el Valle de San Juan del Río, Qro., (500 a.C.)”. Investigación, núm. 25-26 (Querétaro, UAQ, 1988, p. 6).

[32] Carlos Castañeda, Beatriz Cervantes, Ana María Crespo y Luz María Flores, “Poblamiento prehispánico en el centro-norte de la frontera mesoamericana”. Antropología No. 28 (México, INAH, 1989, pp. 34-43).

[33] Ana María Crespo, Juan Carlos Saint-Charles, “Ritos funerarios y ofrendas de elite. Las vasijas Xajay”. Tiempo y territorio en Arqueología: El centro-norte de México (México, INAH, 1996 p. 116).

[34] Tipo cerámico que cuenta con cajetes de paredes rectas divergentes, a veces con ligera curvatura, fondo plano y soportes rectangulares. Otras variantes exhiben soportes almenados; hay cilíndricos huecos y de doble cilindro sólido. Los bordes son redondeados, algunos con mayor grosor en la parte terminal y otros, corte rectangular. La pasta es de textura mediana, con partículas blanca y café opacas. Común en estas vasijas es un baño de pintura roja de tono oscuro, que puede ser desde una ligera capa hasta un baño grueso pulimentado. Ana María Crespo y Juan Carlos Saint-Charles, Ritos funerarios…, p. 116.

[35] Juan Carlos Saint Charles, Daniel Valencia, “Identificación,  conservación y Protección arqueológica en el sur de Querétaro”. Jar Ngú  conmemorativo. 15 años de labor del INAH (México, INAH, 2000, p. 58).

[36] Ana María Crespo, Juan Carlos Saint-Charles, Panorama de la población antigua en los valles queretanos, Querétaro (Centro  Regional  INAH-Universidad Autónoma de Querétaro, 1990, p. 32).

[37] Héctor Martínez, Historia de la arqueología…, p. 128.

[38] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, “Cerro de la Cruz. Persistencia de un centro ceremonial”. Querétaro Prehispánico, México, INAH, 1991, p. 91.

[39] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz…, p. 92.

[40] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz…93.

[41] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz… 93.

[42] Juan Carlos Saint-Charles y Miguel Argüelles, Cerro de la Cruz… 93.

[43] Ana Crespo, Carlos Viramontes y Alberto Herrera, Arqueología e Historia Antigua de Querétaro, (Querétaro, INAH-Gobierno del Estado de Querétaro, 1992).

[44] Ana María Crespo y Juan Carlos Saint-Charles, “Formas arquitectónicas del Bajío. La  división en cuadrantes del espacio ceremonial”, Cuadernos de Arquitectura  Mesoamericana 25 (México, Facultad de Arquitectura de la UNAM, INAH, 1993, p. 53).

[45] Ana maría Crespo y Juan Carlos Saint-Charles, “Ritos funerarios y ofrendas de elite. Las vasijas Xajay”. Ana María Crespo y Carlos Viramontes (Coord.), Tiempo y   territorio en arqueología: El centro-norte de México (México, INAH, 1996, p. 43).

[46] Juan Carlos Saint-Charles, “El reflejo del poder teotihuacano en el sur de Guanajuato y Querétaro”. Ana María Crespo y Carlos Viramontes (Coord.), Tiempo y   territorio en arqueología: El centro-norte de México (México, INAH, 1996, pp. 148-156).

[47] Yaiza Rayo, “SJR: zona arqueológica del Barrio del Cerro de la Cruz en el olvido”

Recuperado de: http://tinyurl.com/2ev7z46z [Consultado en 18/06/2021].

[48] Juan Carlos Saint Charles y Daniel Valencia, Identificación,  conservación…, p. 59.

[49] Juan Carlos Saint-Charles, Fernando González y Laura Almendros, “Entierros y ofrendas en el barrio de La Cruz, San Juan del Río, Querétaro”. Estudios antropológicos de los pueblos otomíes y chichimecas de Querétaro (Querétaro, INAH, 2005, pp. 28-43).

[50] Juan Carlos Saint-Charles,  Fernando González y Laura Almendros, Entierros y ofrendas en…, p. 246.

[51] Juan Carlos Saint-Charles,  Fernando González y Laura Almendros, Entierros y ofrendas en…, pp. 249-255.

[52] Juan Carlos Saint-Charles,  Fernando González y Laura Almendros, Entierros y ofrendas en…, p. 255.

[53] Juan Carlos Saint-Charles, El valle de San Juan del Río. Carlos Viramontes, Juan Carlos Saint-charles, Elizabeth Mejía y Alberto Herrera, La arqueología en Querétaro. El reto ante un nuevo milenio. Cinco miradas. Memoria del Primer Encuentro de Estudios Queretanos. Balance y Perspectivas (Querétaro,  AHQ-Municipio de Querétaro-INAH, 2006, p. 144).

[54] Juan Carlos Saint-Charles, El valle de San Juan del Río..., p.145.

[55] Fernando González, Un espacio para…, p. 43.

[56] Fernando González, Un espacio para…, p. 74.

[57] Fernando González, Un espacio para…, p. 85.

[58] Juan Carlos Saint-Charles, “El Cerro de la Cruz y el Valle de San Juan del Río en la época prehispánica”. Memoria del XXV aniversario del Centro-INAH Querétaro (INAH. México, 2012, p. 142-154).

[59] Elizabeth Hernández, “Las figurillas del Cerro de la Cruz indicadores culturales en el área central de la frontera norte mesoamericana”. Fiorela Fenoglio, Israel Lara  y Israel y Yanet Lezama-López, Memoria del XXV aniversario del Centro-INAH Querétaro. INAH. México, 2012, pp. 155-181).  

[60] Elizabeth Hernández, Las figurillas del Cerro de la Cruz…pp. 155-181.

[61] Juan Carlos Saint-Charles El Valle de San Juan del Río: un palimpsesto Arqueológico, Fondo Editorial de Querétaro. Querétaro, 2014, p. 28-38.

[62] Juan Carlos Saint-Charles,  “Los inicios del poblamiento sedentario en el valle de San Juan del Río”, El Valle de San Juan del Río: un palimpsesto…, pp. 33-38.

[63] Elizabeth Hernández, Un acercamiento interpretativo a las figurillas del Cerro de La Cruz”, Juan Carlos Saint-Charles El Valle de San Juan del Río: un palimpsesto…, pp. 39-44.

[64] Juan Carlos Saint-Charles, Fernando González y Laura Almendros, “Sepultar para recordar: sacralización de un centro ceremonial abandonado del Postclásico”. Juan Carlos Saint-Charles El Valle de San Juan del Río: un palimpsesto…, pp. 91-114.

[65] Fiorela Fenoglio, Israel Lara y Yanet Lezama-López,” Aportes recientes de  La arqueología de las cuencas del río San Juan y Huimilpan. Investigación, protección y difusión”. La investigación en arqueología, antropología e historia en Querétaro. Aportaciones recientes (México, INAH, 2017, pp. 17-42).

[66] Fiorela Fenoglio, Israel Lara y Yanet Lezama-López, Aportes recientes de  la arqueología…, p. 40.

[67] Yaiza Rayo, SJR: zona arqueológica del Barrio del Cerro de la Cruz…,  p. 1.

[68] Ubaldo Neftalí, “Historia del Portal del diezmo de San Juan del Río, Querétaro”. La pluma del cronista. Recuperado de: http://tinyurl.com/bdhyer3b [Consultado en 30/12/2023].